Siguen las vicisitudes en el medio público. Primero, dos de nuestros editores colgaron la pluma y se cambiaron de puesto. Uno de ellos, se fue a hacer de subsecretario de pueblos; y el otro a coordinar ni sé qué cosa en el ministerio de Cultura. Creo que ahora sí se les fue la mano en eso de que el periodista debe ser un servidor del público. O tal vez leyeron mal y pensaron que el periodista debe ser un servidor público. En todo caso, que les vaya bonito, como dicen por ahí.
Después, pasó lo que ya todos ustedes saben: nuestro libérrimo medio fue intervenido por alguien que, a la luz de las velas, entre gallos y medianoche, reemplazó un artículo escrito por mí por un anuncio de la Fiscalía que demostraba que Natalia Emme había estado cruzando la calle con una botella de Zhumir.
Inaudito. ¡Eso no se hace ni en los medios privados! Sospechamos enseguida de la mano negra de la Secretaría de Comunicación (esos Alvarados son lobos vestidos de ovejas), pero luego comprendimos que nos apresuramos en nuestros juicios. Después de una reunión urgente del directorio, aceptamos una explicación mucho más plausible: quien cambió el artículo fue una mano invisible.
Qué alivio, porque yo ya tenía mi renuncia lista para empezar a redactarla en mi Apple; ahora puedo seguir aquí, cumpliendo mi labor como servidor del público.
Lo decepcionante ha sido la miseria humana de los medios de comunicación privados, que se han querido dar un festín a costa nuestra.
¿Cómo pueden atreverse a criticarnos esos esclavos de los medios privados, que reciben una llamadita a las tres de la mañana del dueño que les dice sáqueme ese artículo sobre la pobreza y póngame uno sobre el concurso de caballos de paso en el que sale la hija de mi prima segunda? Y se levantan de la cama a meter mano en lo que les dice el patrón. Esos son los que nos critican.
Esos, que reciben órdenes de algún magnate ilegítimo que no ha sido elegido en las urnas; nosotros, como ya lo he dicho, no recibimos órdenes de nadie, pero si lo hiciéramos, ésas serían órdenes del gobierno, que es la encarnación de la voluntad popular reflejada en las urnas por millones de manos que marcaron su raya en la 35. Por lo tanto, estaríamos recibiendo órdenes de todos ustedes, así como recibimos nuestros salarios del gobierno, es decir, de todos ustedes.
En todo caso, este episodio nos ha permitido dejar bien parada nuestra dignidad, nuestra actitud altiva y soberana frente a las pretendidas metidas de mano de los Alvarado que. Como ustedes sabrán, los Alvarado quieren sacar un nuevo medio público, dirigido a las masas: un Extra del gobierno. ¿Qué van a sacar ahí? ¿Los crímenes de Fidel Egas? ¿La pelucona del viernes? ¿La fotonovela del Presidente? ¿El cómic de Elsa Viteri? ¿Historias de interés humano como "De mendigo a millonario", protagonizada por...(mejor me callo para que no me enjuicien)? ¿La sexi-Constitución?
¡Qué vergüenza! La idea de un medio público es educar a las masas incultas y salvajes. Para eso estamos los intelectuales. Esa es la misión no escrita de nuestro medio público: "un medio para el pueblo culto y socialista escrito por intelectuales de clase media que tratan bien a sus empleadas domésticas".
Pero bueno, mejor me tranquilizo. Lo del Extra verde quedó en stand by. Lo que no quedó en stand by es nuestra dignidad. El mensaje fue claro: nosotros siempre ponemos lo que quiere el gobierno, pero lo hacemos por nuestra propia y libérrima voluntad, sin recibir órdenes de nadie.
Ojalá entiendan eso en Carondelet. Patria o muerte, hasta la victoria siempre.
viernes, 5 de febrero de 2010
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