jueves, 28 de enero de 2010

Por qué odio las discusiones

Han sido días bastante duros aquí en el medio oficial. La habitual armonía y la solidaridad han estado a punto de esfumarse por los asuntos sucedidos durante estos días en el país.

Como todos ustedes sabrán, los periodistas de medios revolucionarios somos lo que se conoce como intelectuales, y un intelectual, ante todo, es un ser libérrimo que solo se doblega ante las obligaciones emanadas de sus propios principios. Como todos los intelectuales que trabajamos aquí vivimos bajo el principio de la Revolución Ciudadana, solo nos doblegamos cada día ante lo que ella disponga.

El problema ha estado en que, durante estos días, ha sido difícil comprender qué es lo que verdaderamente quiere la Revolución Ciudadana. Las diferentes hermenéuticas de los temas Yasuní-ITT, pedido de renuncia del Fiscal, y apresamiento y posterior perdón de un majadero han creado en nosotros una desorientación bastante grande, algo parecido a lo que sentimos – guardando las evidentes distancias- con la caída del muro de Berlín.

Esa desorientación nos condujo a perder la unidad y, me avergüenza decirlo, ¡incluso nos llevó a discutir entre nosotros! Fue una experiencia muy dura, que me llevó incluso a pensar en el suicidio.

El caso del Fiscal fue el más fácil. Al principio, no publicamos nada, cumpliendo el precepto periodístico de no “linchar mediáticamente” a nadie hasta que no se comprueben los hechos. En el comité editorial nos preguntamos: “¿Sacaríamos en nuestro medio un atropellamiento cualquiera en un calle de Quito si no estuviera involucrada la esposa de un alto funcionario?”. La respuesta era evidente: no. Y por eso, cumpliendo la ética del periodismo serio, no lo sacamos.

Pero luego vino lo de la Asamblea. Eso sí nos tomó por sorpresa: Virgilio Hernández y María Paula Romo pidiendo la renuncia del fiscal! Increíble. Nos preguntamos en el comité: ¿amerita esta exhortación sin efecto jurídico una “noticia”? Con ciertas dudas, la respuesta fue que no. Y por eso no lo publicamos.

Por suerte, al día siguiente, apareció en la televisión Alexis Mera y respaldó al Fiscal. ¡Por fin la Revolución Ciudadana nos estaba hablando claramente y ya sabíamos qué publicar! Por eso sacamos como titular principal: “El Fiscal Pesántez sigue firme en su cargo”.

Eso era perfectamente cierto, objetivo y contextualizado. Porque ¿qué es más importante? ¿El fiscal general de la nación o esa resolución lírica de la Asamblea para ganar simpatías entre la masa? Por eso le dimos siete párrafos al fiscal y dos a la Asamblea, uno de ellos a su Presidente, que dicho sea de paso estaba del lado del Fiscal.

El caso ecológico fue más complicado, porque ahí sí, tengo que decirlo, algunos intelectuales son ecologistas infantiles y otros somos ecologistas viriles. Las discusiones fueron dolorosísimas. No parecíamos compañeros revolucionarios sino un grupo de cualquieras con ideas propias. Incluso tuvimos una pelea reservada con el editor.

Así que por algunos días perdimos el rumbo y no nos quedó más que cubrir con bastante equilibrio la disputa. Pero luego quedó claro que a Fander Falconí no lo acompañó en su salida ni el mini-Fander René Ramírez, y que a Alberto Acosta solo lo apoyaron los mismos pelucones y los indígenas de siempre. Así que pronto volvimos a re-equilibrar la cobertura para darle el debido contexto a la noticia.

Finalmente, vino el caso del maleducado que ofendió a la Revolución Ciudadana, y por el que fue apresado. Nos preguntamos en el comité: “¿Sacaríamos en nuestro medio una riña callejera si en ella no estuviera envuelto el Presidente?”. La respuesta fue que no, y por eso no lo sacamos. Confieso que tuve un poco de remordimiento cuando vi las imágenes del pobre insolente siendo echado en un balde de camioneta como si fuera un ladrón de celulares de más de 300 dólares.

Pero, como siempre, la solución cayó por sí sola: el mismo Presidente, en un acto que lo engrandece, pidió disculpas al maleducado que lo insultó, así que pudimos publicar en primera plana “El Presidente ofrece disculpas a ciudadano”. No hay mal que por bien no venga: al esperar un día pudimos sacar la noticia con la debida contextualización y con los dos lados de la noticia: el primer lado, el presidente persiguiendo al ciudadano; y el segundo, el presidente perdonando al ciudadano.

Las dificultades fortalecen, y después de esta semana me siento más entregado a mis principios. ¡Qué afortunado soy al defender a la Revolución y a la verdad, que en realidad son sinónimos! Si no fuera así, no sé qué sería de mí.

Por eso quiero agradecer el excelente trabajo del ex editor del periódico, quien fue separado de su cargo por falta de coherencia ideológica. El nuevo editor es su servidor, Rolando López. Así que estoy a sus órdenes para lo que pueda servirles. Hasta la victoria siempre, compañeros.

martes, 19 de enero de 2010

Por qué odio a ese Fidel

Acabo de leer una entrevista con Fidel Egas en una revista electrónica que se llama b10.com.ec. ¿Ya ven? Aquí en un medio independiente como ecuadorinsensato.com sí puedo hacer mención de páginas de la competencia sin que me censuren. Pero atrévanse a mencionar en Teleamazonas o en El Comercio a algún medio de la competencia y verán cómo les cortan la lengua.
Solo ahora, cuando toda la mediocracia está confabulada contra la Revolución Ciudadana es que andan todos los dueños de los medios juntos como si fueran amigotes de toda la vida. En tiempos normales, se pelean como placeras, se quitan periodistas, se roban noticias sin citar la fuente, se patentan nombres de páginas, se dan puñaladas por la espalda, etc, etc.
Pero bueno, ya me distraje. Hablaba de Fidel Egas y la entrevista en ese sitio. Era una entrevista netamente deportiva, pero sin duda el trasfondo contextual es de un nivel representacional admirable. Estamos hablando de un hombre tan pero tan acaudalado que no solo que salva de la quiebra al club más grande el país, sino que, como “lujo”, tiene otro equipo (la Católica), en el que gasta tres millones de dólares por mantenerlo en la serie A. ¡Menudo lujo! Es algo inconcebible. Yo, cuando hablo de lujos pienso en un viajecito a Cuba, o en mi capacitación trimestral fuera del país por cortesía de la dirección del medio de comunicación público donde colaboro. Esos son lujos. Tres millones al año son un despilfarro inaceptable en un país con tantas necesidades insatisfechas como el nuestro.
Además, para demostrar el nivel pre-capitalista de nuestra sociedad, Egas se manda una buena crítica al nene Maruri, su capataz, al que tacha de poco preparado. ¿Y qué dice Maruri al día siguiente? Que patrón Fidelito tiene razón! Claro, si a mí me dan 13 millones de dólares para meter la pata, también me aguanto lo que sea y por donde sea... (bueno, yo no lo haría, pero sí me entienden lo que quiero decir).
En todo caso, tenemos a un magnate que en su tiempo libre maneja dos equipos de fútbol y un canal de televisión (aparte de varias revistas, en una de las cuales, por necesidad, tuve que colaborar alguna vez). ¿Es eso aceptable y conducente al diálogo racional en la esfera pública?
Dice don Fidel que, aunque la ley le obligue a vender el feo canal, no lo hará a menos que le paguen lo que se merece. ¿Qué parte no entendiste, Fidel? La ley te obliga a vender el canal, te guste o no te guste el precio. La ley no dice: “venderás el canal al precio que tú pongas”, sino que prohíbe a banqueros tener medios de comunicación. ¡Y no te me pongas insolente!
Después se preguntan por qué les secuestran a estos pelucones. Ya en mis tiempos de guerrillero, allá por los 80s, intentamos secuestrar a Fidel. Es más, lo tuvimos prisionero durante unos minutos, pero el desgraciado empezó, primero a regatearnos hasta el último centavo del rescate, luego a insultarnos como a indios, y al final se bajó del carro en media carretera. Nos quedamos atónitos, lo confieso avergonzado, y no hicimos nada.
Luego nos dirigimos a la casa secreta y formamos un comité para decidir qué nos había pasado. Concluimos que el peso de la historia, esa historia de opresión y humillación, nos había bloqueado la mente. ¡Es tan difícil hacer la Revolución! Hay que hacerla primero dentro de nuestras almas, como dijo alguna vez el caudillo Velasco Ibarra.
Lo que me lleva a nuestro Presidente: aunque se haya peleado con los ecologistas (y confieso que no hay nadie más buena gente en el mundo que el Alberto), yo lo sigo apoyando con lealtad. Como aquí en el medio público también tenemos infiltrados algunos verdes medio infantilones, durante estos días hemos estado un poquitín críticos con el régimen (un día, hasta no sacamos al Presidente en la portada, imagínense), pero ya se nos está pasando.
No se preocupe, Presi, estamos con usted, en las buenas y en las malas, pacto de sangre, hasta la victoria siempre, compañero.

miércoles, 13 de enero de 2010

Por qué odio a Jorge Ortiz

Antes que nada, agradezco a EcuadorInsensato por permitirme compartir mis pensamientos con ustedes. En esta bitácora intentaré expresar mis pensamientos y contarles un poco acerca de mis actividades como comunicador social en un importante medio de comunicación del Estado.
Pero hoy, lamentablemente, debo comenzar con una confesión negativa: ¡odio a Jorge Ortiz más que a nada en el mundo! Él representa todo lo aberrante que aflige a nuestra criticada profesión: negativismo, amarillismo, entreguismo, hipotiroidismo y demás "ismos" que han hecho que la otrora noble profesión de periodista sea hoy más despreciada incluso que la de político o relacionista público.
Primeramente, que una persona como él aparezca en televisión es solo una muestra del grado de inequidad que aflige a nuestra patria. Como es evidente para cualquiera que tenga ojos para ver, Ortiz no tiene rostro ni porte ni voz para ser presentador de televisión. ¡Si hasta tartamudea! ¿Qué es entonces lo que tiene? Apellidos, contactos, y una muy superficial cultura general de almanaque. ¡Si ni siquiera es periodista graduado!
Una persona como yo, en cambio, licenciado en ciencias de la información, modestia aparte con excelente voz y buena presencia, nunca hubiera conseguido pasar de reportero de comunidad, solo porque no nací en la cuna correcta, y porque no estoy dispuesto a trabajar más de ocho horas diarias ni fuera de horas de oficina, como exigen en los medios privados a los pobres esclavos de la información.
Yo, a diferencia de Ortiz, creo en el periodismo positivo: por eso me siento tan a gusto en mi nuevo puesto como periodista de medio público. Aquí solo resalto aspectos positivos de la realidad, y contribuyo a levantar la autoestima de la gente con hechos (no con palabras y eslogans como ese zopenco de Bernardo Abad, mezcla de cheerleader con chola cuencana).
Hoy, por ejemplo, he informado positivamente acerca de las nuevas funciones del ex ministro de Relaciones Internacionales, sobre los avances concretos en la reformulación de la iniciativa Yasuní-ITT, sobre la gran inversión realizada para el moderno y funcional aeropuerto de Santa Rosa, que está listo para recibir su vuelo semanal, sobre los festejos por el tercer aniversario de la Revolución Ciudadana, entre otros aspectos.
Me he abstenido de informar sobre negatividades como las amenazas de paros de transportistas, indígenas y obreros, porque ¿para qué preocupar a la comunidad con insensateces?
En segundo lugar... bueno, dejemos este post para otro día porque ya es hora de almorzar. En todo caso, que quede claro que Jorge Ortiz merece ser clausurado por cualquier gobierno decente. Y que no me hablen de libertad de expresión, porque eso es un concepto relativo: ¿libertad de expresión de quién? De los grandes grupos oligárquicos, del capital financiero global, no de los pequeños, de los humildes, de los solidarios. ¡Hasta la victoria siempre, compañeros!